domingo, 26 de febrero de 2012

Carlos Clementson

La necesidad de que la poesía sea la vida de uno fuerza la escritura
con la melancolía de lo que nunca fue ni será

JAVIER TAFUR ASENSIO
Día 26/02/2012 - 10.34h

El Ayuntamiento de Villa del Río entrega mañana a Carlos Clementson el
título de hijo adoptivo de la localidad. Que se haga a los sesenta y
ocho años de su vida no parece que constituya una especial deferencia
por parte de este pueblo que ahora, al menos, quiere compensar, en lo
que le compete, todos los silencios o tenues nombradías que en cada
momento le ha dado, por ligereza, esta provincia, que es la suya. Pero
bienvenido sea. Anchos sean nuestros hombros para las heridas y para
las medallas. No creo que haya un solo poeta cordobés que por cordobés
lo sea. Sin duda, tampoco en Villa del Río. Tal vez, sólo por esta
razón de incomprensión atávica de la poesía de cualquier región
conocida de la tierra, le merezca la pena a Carlos Clementson haber
esperado hasta la edad de la jubilación para ser reivindicado, si no
redimido, por el pueblo de sus antepasados. Aunque ser cordobés tenga,
por lo de tierra adentro, una connotación parda para la poesía —y los
poetas cordobeses no puedan si no expresarlo con el color de la tarde
más caída—, siempre habrá una ventana traslúcida en cualquier casa del
Guadalquivir que comunique con el Mediterráneo el sensato sueño de
azules de un niño sin madre.

Carlos sabe de esa experiencia amarga y de las consecuencias que no
cesan. Nadie que nace mordiéndole a la muerte, puede decir que sus
dientes eran inocentes. La necesidad de que la poesía sea la vida de
uno fuerza la escritura con la melancolía de lo que nunca fue ni será.
Ya que la otra vida, la vida de los otros, la vida que creemos normal
y feliz de los afortunados, la vida de la prosa plena de cada día, la
vida del vigor y de las rosas, la vida que algunos viven mientras
otros interpretan, parece desafecta a las personas sensibles que
quieren tener una vida propia, más allá de la que cursa rítmica por
las venas. La poesía es una gran mentira o, mejor, una gran creación
inmoderada sobre nuestras vidas pusilánimes. Carlos Clementson la ha
ejercido de este modo, como si no tuviera otra opción. Es cierto que
sólo ha puesto el talento en las obras y no el genio en la vida. Pero
eligió ser profesor y no loco. No otra es la razón de que su poesía no
sea considerada excelsa sino en ámbitos universitarios o amistosos muy
cercanos a su persona. La realidad es que entre su vasta producción,
Clementson cuenta, con seguridad, con alguno entre la media docena de
mejores poemas escritos en castellano en este siglo presente, y puede
que en el pasado. Y si nadie se ha percatado es porque sus versos son
tan malditos como los de cualquier otro poeta de verdad en este tiempo
donde nadie lee poesía. Pero además son perfectos y legibles.
¿Legibles, me dices? ¿Poesía que se entiende? Efectivamente. Poesía
que se entiende y que se siente. Quizá la última…