domingo, 15 de junio de 2014

Una de las primeras ´mujeres, policias locales de Córdoba, es de Villa del Río.

"Comenzamos regulando el tráfico por el centro, porque nos tenían para exhibirnos, de floreros"

María Dolores y Delfina Tapia Olmo, primeras policías locales de Córdoba y España




Delfina y Dolores Tapia, en la actualidad. - SÁNCHEZ MORENO

M.J. RAYA 15/06/2014

Esta noticia pertenece a la edición en papel de Diario Córdoba.


FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO: DELFINA, 1947, VILLA DEL RÍO. LOLA, 1944, CAÑETE DE LAS TORRES.

TRAYECTORIA: ACCEDIERON A LA POLICIA LOCAL DE CÓRDOBA EN 1970.

Hay personas que han tenido el privilegio de ser pioneras en algún ámbito de la sociedad. Es el caso de Dolores (Lola) y Delfina (Delfi) Tapia Olmo, que formaron parte de la primera promoción de policías locales de Córdoba y de España en 1970. Fue tal el impacto que supuso la incorporación de la mujer a este cuerpo policial, que estas dos profesionales eran reclamadas en otras ciudades del país como Santiago de Compostela o Málaga para que dieran a conocer su labor. Sin embargo, ambas lamentan que ni la Jefatura de la Policía Local ni el Ayuntamiento de su ciudad hayan reconocido de alguna forma el mérito que tuvieron las diez mujeres de la primera promoción femenina de policías locales, accediendo a una profesión exclusiva de hombres, en una época en la que aún pocas mujeres trabajaban fuera de casa. La simpatía de estas dos hermanas, que a pesar de no ser de la misma edad parecen mellizas, porque una adivina el pensamiento de la otra, las ha hecho conocidas en toda Córdoba. Cinco minutos de conversación con ellas revitalizan el alma a cualquiera, no en vano muchas veces durante los auxilios policiales que tuvieron que llevar a cabo asumían también el papel de psicólogas del que necesitaba ayuda. La entrevista concedida a este diario se ve enriquecida continuamente por las risas de estas dos hermanas. Lola era la agradable voz que atendía el teléfono de la sala del 092 de la Jefatura de la Policía Local en su última etapa de carrera y Delfi estuvo durante muchos años patrullando por la ciudad.

--Usted Lola nació en Cañete de las Torres, y Delfi, en Villa del Río. ¿no?

--Sí, nuestros padres se conocieron durante la Guerra Civil. Ella, Dolores Olmo, era de Cañete, y nuestro padre, José María Tapia, de Villanueva de la Reina (Jaén). Nuestro padre primero trabajó en la Renfe y luego se vinculó a la Guardia Civil. Nos criamos en Villa del Río y fuimos al colegio Poeta Molleja. Tenemos casa en Villa del Río y conservamos amistades.

 

--¿La infancia de ustedes fue disciplinada por ser hijas de un miembro de la Benemérita?

--Nuestra niñez fue preciosa, porque nuestro padre a pesar de que era guardia civil estaba muy adelantado a su época. El cuartel tenía un patio interior grande, que lo inauguramos nosotras.

 

--¿El oficio de su padre les influyó para querer dedicarse a vigilar la seguridad y el orden?

--No necesariamente. Teníamos los estudios primarios y luego hicimos el bachiller nocturno en el instituto Góngora, para lo que tuvimos que matricularnos como internas durante un tiempo en la residencia de monjas María Inmaculada, de la calle Palmera.

 

Antes de comenzar su preparación para hacer historia en la Policía Local cordobesa, Lola Tapia se fue a Barcelona con 16 años a estudiar peluquería. A su regreso, su padre le había montando un negocio para ejercer este oficio en Villa del Río. Luego toda la familia se trasladó a Barcelona por cambio de destino de su padre. Volvieron otra vez a Villa del Río y Delfi empujó a su hermana Lola, menos decidida que ella a pesar de ser la más joven, a inscribirse para las primeras pruebas de acceso que se convocaban para que las mujeres pudieran convertirse en policías locales. Así que ella echó la solicitud por la dos. Ambas estaban habituadas a convivir en el cuartel de la Guardia Civil con los uniformes y a Delfi le había impactado la noticia en la televisión de una mujer, policía de tráfico japonesa, que había venido a España. A Delfi le hubiera hecho ilusión ser guardia civil, pero para serlo tenías que ser huérfana o viuda de un miembro del cuerpo, con la única opción de ejercer como matrona, no con las funciones de un guardia civil hombre.

--¿Cómo fue aquella prueba de acceso a la Policía Local?

--Fuimos a la academia, después de superar un primer examen. La academia estaba dentro de la Jefatura de la Policía Local, tal y como sigue ahora. Los aspirantes a policías locales de Córdoba no se preparan fuera. En aquellos tiempos estaba el cuartel de la Policía Local en la actual Casa de la Juventud, en Campo Madre de Dios. Si pisabas muy fuerte el suelo en este edificio corrías el riesgo de caerte al piso de abajo porque crujían las vigas. Entonces la academia solo duraba un mes y ahora es nueve meses. La primera promoción fue de diez mujeres y el ambiente entre nosotras fue buenísimo. Eramos Manoli y Ana (que las dos ya han fallecido); María Angeles, dos llamadas Paqui, Loli, María Carmen y Begoña, más nosotras dos.

 

--¿Y cuál fue el primer destino que les encomendaron?

--La Feria del Motor, que se instaló ese mes de mayo de 1970 en la Feria de Córdoba, en los Jardines de los Patos.

 

--¿Quién estaba al frente de la Policía Local en 1970?

--Luis de la Haza Cañete era el jefe de la Policía Local y uno de los preparadores de la academia era Florentino Cano, que ejerció como un padre para nosotras. A nuestros padres nos les importó que nos dedicásemos a esto. Cuando nuestro padre tenía solo ocho años, a primeros del siglo XX, pidió por correo una máquina de escribir, para sorpresa de nuestra abuela cuando llegó el paquete.

--¿Cuáles fueron sus primeros cometidos como policías?

--Comenzamos regulando el tráfico por la zona centro de la ciudad, porque nos tenían para exhibirnos, de floreros. En aquel tiempo no había apenas semáforos y la regulación del tráfico era manual. Ejercíamos sobre todo por las Tendillas, Gran Capitán, Claudio Marcelo, Jesús María, avenida de América, plaza de Andalucía o San Lorenzo.

 

Delfi recuerda que estuvo controlando el tráfico en la calle Espartería hasta los cinco meses de embarazo. Lola también ejerció esta función en estado de gestación. En una ocasión, un madrileño que circulaba en sentido prohibido por la Judería le insistió a Lola que lo denunciase. Las denuncias que se usaban entonces iban con una chapa de zinc para que copiase el calco. Este madrileño quería la denuncia para que supieran que en Córdoba, que era una ciudad mucho más pequeña que Madrid, había mujeres policías locales. Como prueba se hizo una foto con ella.

 

--¿Cómo fue la respuesta de los cordobeses cuando vieron a mujeres regulando el tráfico?

--La acogida fue fantástica, salvo casos puntuales. Nos lanzaban piropos, pero también había muchos que nos mandaban a hacer calceta y a fregar los platos. A una compañera le tiraron tomates en Jesús María.

 

--¿Cómo eran los uniformes de aquella época?

--Nos obligaban a llevar gorra, falda (que nosotras conseguimos poner más corta), guantes, bolso, medias y corbata, hasta en verano. ¡No veas qué calor hacía a las 3 de la tarde en la calle Espartería! Si el alcalde Antonio Alarcón pasaba y se daba cuenta de que una policía se había pintado las piernas con yodo en lugar de ponerse medias le llamaba la atención. Luego empezaron a ponernos sombrillas. Una vez el chófer de Alarcón me requirió (dice Delfi), desde el coche en el que iba con el alcalde, que me pusiera los guantes y el bolso, que me los había quitado para dar el relevo. No teníamos transmisores y llamábamos con nuestro dinero desde el teléfono público para decir que acabábamos el servicio. Ya en los años 80 pudimos usar pantalón y zapatos de cordones, más prácticos porque con tacones no se podía correr. Por otro lado, hacíamos el servicio de vigilancia en los mercados, zoológico y otros edificios municipales. Comprobábamos los precios y pedíamos que los pesos estuvieran a la vista, pues había el que ponía una liebre delante para que el cliente no viera el precio. En los 70 había muchos mercados, hasta en Fleming y el Naranjo.

 

--¿Con qué sueldo comenzaron?

--Era altísimo para la época, 6.000 pesetas al mes.

 

Estas dos hermanas, tras varios años de trabajo, decidieron tomarse una larga excedencia, para cuidar de sus respectivos hijos. Se incorporaron de nuevo a la Policía Local en 1987, de forma que vivieron dos etapas muy distintas, la del franquismo y la de la democracia, así como la incorporación de coches patrulla y tecnologías que a primeros de los 70 no existían.

 

--¿Qué cambios notaron tras su reincorporación?

--Lo principal fue el trato más brusco. Cuando empezamos de policías e íbamos a los mercados los comerciantes nos llamaban "señoritas" y cuando reingresamos nos decían "ya vienen aquí las policías dando por culo", entre otros insultos. Durante el franquismo era habitual que alguien dejara el coche mal aparcado y cuando ibas a multarle te decía. "¿Pero usted sabe con quién está hablando? Ya hablaré yo con Luis o Eduardo", que eran el jefe y el secretario.

 

--¿Por qué tuvieron problemas para reincorporarse a la Policía Local tras la excedencia?

--Gobernaba IU y era alcalde Julio Anguita. Por haber sido nuestro padre guardia civil, nos tildaban de ser de derechas, por lo que no éramos bienvenidas. Así que tuvimos que ir al juzgado contencioso, ganamos el pleito al Ayuntamiento, nos tuvieron que indemnizar y volvimos a la Policía Local en 1987. Nunca nos arrepentiremos de haber regresado. No hemos notado machismo, aunque sí es cierto que había algunos compañeros que preferían no patrullar con nosotras o con alguna que otra compañera porque se lo exigían sus esposas.

 

Delfi asegura que ser policía solo le ha dado satisfacciones. Al volver tras la excedencia empezó en un coche patrulla con un compañero y al final estuvo 11 años con otra policía, Rafi Jiménez. Por su parte, Lola tenía 42 años cuando volvió y eso la hacía mayor entre los policías, aunque en realidad era joven como su hermana, que estaba a punto de cumplir 39. Lola realizó también labores de patrulla, pero se dedicó más a la vigilancia de edificios municipales, para acabar sus últimos años de carrera en la sala del 092, los mejores de su vida, según ella.

--¿Cómo les recibieron sus nuevos compañeros?

--Leopoldo Salinas, que era ya jefe en la Policía Local, se sorprendió cuando nos vio porque pensaba que éramos carcamales, a pesar de tener 38 y 42 años.

--¿No existe un déficit de mujeres en puestos de responsabilidad en la Policía Local?

--Hemos estado restringidas, sin poder acceder a puestos de mando. A pesar de ser las primeras mujeres policías no nos han dado opción de ascender.

Sobre el riesgo de ser policía, una noche estuvieron a punto de arrollar adrede a Delfi durante una intervención. También ha presenciado escenas desgraciadas de violencia de género. Lola tuvo que perseguir junto a un compañero de patrulla a uno que había robado un coche y también portaba droga. Hubo muchos disparos. Acabaron en el barrio del Guadalquivir, con las ruedas pinchadas, porque los delincuentes habían arrojado clavos al suelo. En su etapa laboral no presenciaron desahucios, un problema que les indigna.

 

--Lola, atendiendo el teléfono de la sala del 092, ¿qué anécdotas recuerda?

--De todo. Si el gobierno municipal era de izquierdas, los policías éramos unos rojos. Si gobernaba la derecha, unos fachas. Si no acudíamos inmediatamente a un sitio, unos perráncanos . Los ebrios que no encontraban el coche y otros necesitados de ser escuchados llamaban allí.

 

--Delfi, usted ha acudido a siniestros de tráfico muy graves.

--Sí. Recuerdo en la carretera de Trassierra, a finales de los 80, una chica joven que murió. Por otro lado, en el cortijo del Alcaide, se electrocutó en pleno agosto un hombre que estaba algo trastornado y también fue muy duro. Otra vez evitamos entre mi hermana y yo que un hombre se suicidara. Ella lo entretuvo al teléfono como pudo, sin ser psicóloga, hasta que llegamos con la patrulla.

 

--¿Cómo vivieron el asesinato de las compañeras Soledad y María Angeles después del atraco al Banco Santander?

--En aquel momento, año 1996, no disponíamos ni de defensa, ni de pistola. Nos dieron una pistola 3 días después del asesinato de las compañeras.

 

Lola se enteró del asesinato cuando estaba en rehabilitación. Delfi estaba de vacaciones. Pero ese día todos los policías locales de Córdoba, incluidas las hermanas Tapia, se fueron para jefatura para intentar encontrar a los que habían matado a las compañeras. Lola y Delfi tenían mucha relación con las policías asesinadas, que eran un "encanto" y muy "serviciales". Lola a veces les ponía de desayunar. María Angeles era viuda y si Lola podía le llevaba alguna comida.

--Reconocidas en todo el país por ser pioneras en la Policía, ¿pero también en su ciudad?

--Sentimos decir que no. Al alcalde José Antonio Nieto le dije (apunta Delfi), cuando me iban a entregar la placa por mi jubilación en octubre del 2013, que ni la Jefatura de la Policía Local ni el Ayuntamiento jamás han promovido un reconocimiento a la primera promoción de mujeres policías. En cualquier ciudad nos han recibido como algo fuera de lo normal, ya que en aquella época que nos atreviéramos a salir de nuestras casas para realizar un trabajo exclusivo de hombres tuvo mucho mérito. Ya nos hemos jubilado todas las de la primera promoción y nunca nos han dado ni la placa por 25 años de trabajo.